En Marzo de 2006 se administró por primera vez en humanos el anticuerpo monoclonal TGN1412. La dosis inicial administrada por infusión en los 6 voluntarios sanos era 500 veces inferior a la dosis que no mostró ningún efecto adverso en animales, pero provocó un fallo multiorgánico en los 6 voluntarios.
Los estudios preclínicos se habían desarrollado de acuerdo a la normativa vigente y no había ningún dato en los estudios de toxicología que hubiera podido predecir este comportamiento del fármaco al administrarlo en humanos.
Como os imaginareis, este incidente supuso un antes y un después en la investigación clínica. Para empezar, desde ese momento, todos los estudios first-in-human (cuando un producto se administra en humanos por primera vez) se realizan de manera escalonada, administrando el fármaco en primer lugar sólo a un voluntario (sano o paciente). Curioso papelón el de los llamados “centinelas” :s
Además, se puso en cuestión el hecho de realizar estos primeros estudios en voluntarios sanos, especialmente en el caso de fármacos biotecnológicos, con dianas terapéuticas muy específicas y que pueden ocasionar daños tremendos administrados en personas que no están enfermas.
Para intentar regular el salto de la preclínica a la clínica para medicamentos de “alto riesgo”, en 2007 se elaboró una guía titulada “Guideline on requirements for first-in-man clinical trials for potential high-risk medicinal products”, que incluye una serie de recomendaciones para minimizar los riesgos al administrar un medicamento en humanos por primera vez.
Desde mi punto de vista, más que regular lo que hace esta guía es “desregular” y poner en duda todas las suposiciones hechas anteriormente, cambiando la mentalidad hacia un “estudio caso por caso”, lo que desde luego, tiene mucho más sentido.
Todo este asunto da lugar a muchísimas connotaciones éticas, no sólo sobre la exposición de voluntarios sanos que no van a recibir ningún beneficio del medicamento (más allá del económico…que no es bajo, e incluso te dan de alta en la seguridad social…pero esto es otro debate…) o pacientes que ven la participación en el ensayo clínico como un rayo de esperanza, sino también respecto al uso de animales en los experimentos preclínicos.
La realización de estudios preclínicos de toxicología y seguridad en un gran número de animales de diferentes especies no garantiza una adecuada predicción del comportamiento del fármaco en humanos, por lo que debemos plantearnos qué especies y qué número de animales son estrictamente necesarios para obtener suficientes datos antes de comenzar estudios clínicos.
Cada vez más se está tendiendo al uso de estudios in vitro y modelos matemáticos para estudiar las propiedades farmacológicas del fármaco y en base a los resultados obtenidos, seleccionar las especies y los modelos animales que mejor reflejen las características de la enfermedad en humanos.
Aquí nos encontramos también con un tremendo dilema ético, y es que en muchas ocasiones, en el caso de fármacos biotecnológicos y especialmente cuando van dirigidos a patologías del sistema nervioso central, sistema inmunológico o en determinadas infecciones como el caso del VIH o la hepatitis C, los primates no humanos suelen ser la especie seleccionada.
Está claro que cuando se trata de experimentación en animales nuestra conciencia se va conmoviendo más según vamos avanzando en la cadena evolutiva, pero si queremos asegurar que los medicamentos en investigación puedan llegar a testarse en humanos con garantías de seguridad, sólo nos queda diseñar con cuidado los estudios preclínicos de modo que se minimice al máximo el uso de animales.
Hola Eva!
Me parece una entrada muy interesante. Yo trabajo en una empresa bioinformática en la que desarrollamos un programa para buscar efectos adversos de cualquier molécula (o similares) en cualquier especie, con el que tratamos de que se puedan predecir mejor los daños de un potencial fármaco. Espero que poco a poco la bioinformática vaya ganando precisión y se tengan que utilizar cuantos menos animales, mejor.
Hola Bea! Muchas gracias por tu comentario.
La bioinformática sin duda tiene mucho que hacer en este campo.
De hecho, en el caso del estudio con TGN1412, revisando posteriormente los datos científicos, se observó que había diferencias de un 4% entre la secuencia de aminoacidos del receptor CD28 (la diana terapeutica en cuestión) humano y el de primates, algo que no habría pasado desapercibido para un programa informático.
Espero volver a verte pronto por mi blog!
Un saludo,
Eva