Tras la lectura de algunas noticias y editoriales durante las últimas semanas, y muy en línea con el Café con biotecnología que tendré el honor de moderar la próxima semana, me han venido a la mente muchos recuerdos y reflexiones sobre la investigación con animales, con los que llevo conviviendo desde mis primeros años en la facultad.
Se da una curiosa contradicción entre un gran porcentaje de biólogos y futuros biólogos: la pasión y el respeto por la naturaleza y todos sus seres vivos, que choca frontalmente con esa sensación de resignación ante la necesidad de la experimentación en animales para asegurar el avance científico.
Recuerdo perfectamente el momento de inscribirme en la primera práctica de laboratorio en la que utilizaríamos un mamífero. Algunos de mis compañeros, ya enfocados a desarrollar su carrera como «biólogos de bota» tuvieron claro que se acogerían a la objeción de conciencia para no realizar estas prácticas, pero en mi caso, una «bióloga de bata» que quería dedicarse a la biomedicina, tuve tan clara la ineludible necesidad de la investigación con animales como lo terriblemente duro que se me haría mirar a aquella ratita a los ojos…
Posteriormente, cuando comencé a trabajar en la industria biotecnológica, fui incluso más consciente del papel de la investigación preclínica para la transferencia de los resultados obtenidos en investigación básica a su uso en humanos, y también descubrí gratamente que los comités de ética de la investigación animal velaban por el trato «humanizado» de los animales de laboratorio y por el uso del número mínimo y necesario de animales en cada experimento (el tamaño muestral más bajo posible asegurando que sean suficiente para obtener resultados estadísticamente significativos y evitar repeticiones posteriores).
Tengo que reconocer, que en la cruzada de las 3Rs (Reemplazo, Reducción y Refinamiento) para optimizar los estudios en animales, las agencias del medicamento se muestran en algunos casos excesivamente prudentes, solicitando un gran número de estudios por considerarse el «paquete preclínico standard», que dependiendo del producto a estudiar, en algunos casos podría no ser el más adecuado.
Algo que por otro lado es razonable, pues sus objetivos son muy diferentes a los de los comités éticos de investigación animal; el papel de las agencias es velar por la seguridad de los humanos, y planificar un «salto» a la clínica que garantice el menor riesgo posible para los voluntarios de las primeras fases clínicas, aunque esto implique un mayor número de estudios preclínicos.
Sin embargo, ya vimos en el post Del salto evolutivo, que la realización de los estudios preclínicos standard no siempre garantiza la seguridad en los estudios first-in-human, sobre todo para los complejos productos biotecnológicos. Por ello, es cada vez más frecuente que las guías se enfoquen hacia el diseño de la preclínica regulatoria caso por caso, incluyendo un mayor número de estudios in vitro y utilizando herramientas bioinformáticas para predecir el comportamiento del fármaco y seleccionar los modelos animales más adecuados para cada principio activo.
Puesto que llevo muchos años ya argumentando este asunto ante colegas y familiares, no me es difícil comprender que la iniciativa ciudadana que solicita la abolición de la experimentación animal en la Unión Europea haya conseguido más de un millón de firmas.
Lo que sí me parece preocupante, es que esta iniciativa se está estudiando ahora mismo por parte de la Comisión Europea, y que exista la posibilidad de derogar la DIRECTIVA 2010/63/UE, relativa a la protección de los animales utilizados para fines científicos.
Algunas exigencias de la iniciativa, referentes al aumento de fondos europeos para la validación de métodos alternativos a la investigación animal, o un compromiso por parte de la agencias regulatorias y de la industria por sustituir en la medida de lo posible los experimentos en animales por modelos in vitro o in silico, me parecen totalmente razonables y necesarios (aunque son puntos que de hecho ya forman parte de la directiva que pretenden derogar… :s ).
Sin embargo, la esencia de la iniciativa, no deja de chocarme… El fundamento principal de la solicitud está basado en la supuesta invalidez de los modelos animales para predecir la respuesta en humanos, lo que lleva a concluir que cada animal debería ser considerado su propio modelo…
Sí, sí, habéis entendido bien, lo que se plantea es que las terapias en investigación se experimenten directamente en humanos…
Por otra parte, no debemos olvidar que la investigación en animales no se limita a los estudios de toxicología y seguridad, los modelos animales son la base de la investigación básica en biomedicina, y permiten conocer los mecanismos moleculares subyacentes a enfermedades y desarrollar alternativas terapéuticas.
¿De verdad alguien puede plantear seriamente que los avances en biomedicina se podrían haber logrado sin realizar experimentos en animales?
Sinceramente, sólo espero que la cordura esté presente en la Comisión Europea, y que como es esperable y deseable (por el presente y el futuro de la ciencia y la medicina) publique el rechazo de la iniciativa mañana (fecha límite para la resolución por parte de la Unión Europea). – Actualización 03/06/2015 : Efectivamente, la UE rechazó la iniciativa Stop Vivisection –
Y para terminar, os dejo con Cuarenta razones para defender la investigación con animales, desarrollado por la EARA (European Animal Research Association) y el documento COSCE sobre el uso de animales de investigación científica. Y si os animáis a participar en el debate, os espero el 10 de junio en el #Cafébiotec de la Asociación de Comunicadores de biotecnología.